lunes, 7 de octubre de 2013

Sempiterno

Dichoso miedo.

Te odio.
Nunca me has ayudado en mis decisiones cuando te he necesitado, y ahora, te quiero lejos pero has decidido venir e instalarte sin haberte invitado.

Tienes manías que no soporto. Pretendes negarme el vivir como mi espíritu pretende inculcarme, y yo, no puedo evitar escucharte.

Eres sabio, es la única razón por la cual puedo admirarte.
Me obligas a ser paciente, a ir despacio.

Piensas en mí. Quieres que sea feliz, pretendes mantenerme estable, no provocar altibajos en mi carácter. Puedo agradecerte la serenidad pero jamás seré capaz de amarte, nuestra relación es imposible.

Me conviertes en alguien que no soy, vuelves para evocarme mis peores recuerdos. Por si fuera poco, no dejas que entierre el pasado, no confías en mí. No me preguntas por mis sueños. No sabes que quiero volver a equivocarme, si es necesario, porque para mí sentirme viva es la mejor recompensa en este preciso instante.

Estoy pidiéndote que me abandones y tú sólo piensas en machacarme para poder controlar mis decisiones de una vez por todas. Siempre te he sido sincera, soy un animal salvaje, desbocada por naturaleza, serena por obligación, para provocar contraste a mi alrededor.
No soporto olerte tan cerca.

Te detesto.

Mi principal guía no es muy buena amiga tuya, se haya lejos de tu poder, instalada desde hace tiempo en mis labios me insiste, día a día, en ser yo misma.
Adoro rendirme a sus encantos.

Compréndeme porque debo pedirte un olvido forzado, un tiempo para no pensarte, un silencio lejos de tus sueños. Solo necesito volver a correr sin mirar a atrás, dejar de pensar en cual será mi próximo paso, imaginarme mi historia cómo un sempiterno de amor, mariposas y ajetreo.

No recuerdes mi nombre hasta dentro de un largo tiempo, por favor.
Decir adiós, no siempre es fácil pero, en ocasiones, puede resultar necesario.




No hay comentarios: