miércoles, 23 de septiembre de 2009

Todo tiene solución, menos la muerte

No tiene nada que hacer en este mundo. Nadie se acordará hoy de su existencia, como le pasó ayer, antes de ayer y todos los días desde hace un par de años.

Desde que la abandonaron a merced del viento vaga por las calles, moribunda y sin nada en los bolsillos. Observa a los transeúntes. Les envidia tanto, a ella le encantaría tener a alguien a su lado pero hasta las ratas con las que comparte el banco de la calle mayor, hace días que no acuden al encuentro, se habrán cansado de mi presencia, piensa ella dolida, al fin y al cabo todos terminan haciéndolo.

Vuelve a su rutina, acude al parque a lavarse un poco, la fuente sigue donde la dejó. Unos niños juegan con la pelota. Conforme se va acercando al lugar ellos vuelen la vista, la miran, ella les mira sacando una tierna sonrisa que tenía escondida en la recámara. Ellos apartan la vista, quizás por miedo a su dentadura o simplemente por indiferencia total. Ni ella entiende porque sigue viva, pues siempre había pensado que una persona muere en el momento que dejan de recordarla, y era evidente que de ella no se acordaban ni las moscas en verano.

De pequeña le encantaba imaginarse su vida, soñaba con parecerse a su madre y tener la sabiduría de su padre. Había aprendido con el paso de los años que la perfección era una sombra proyectada en la imaginación de los más jóvenes, y aún así luchaba por conseguirla.

No sé merecía su propio destino, y ella lo sabía pero ¿qué podía hacer al respecto? Ni rezar le calmaba, ya no creía en ninguna religión, en ningún Dios, ni siquiera creía en sí misma.

Aquel trágico domingo de mayo lo perdió todo y aún así decidió luchar por ella, pero no tenía fuerzas. Ya no acudía al trabajo, su despacho se le echaba encima, sólo podía pensar en ellos ¿Por qué no le toco a ella ninguna vez?, ¿por qué la vida le trataba tan mal?, ¿qué había hecho ella para merecer esto?, siempre se hacía preguntas, evidentemente jamás llegó a responderlas.

Su padre y su madre se fueron cuando ella tenía sólo doce años, aún así salió adelante gracias a su abuela. ¡Qué mujer más buena y más sabia! Por ella se esforzó durante su adolescencia, para enorgullecerla como era debido. Lo consiguió. Se convirtió en una alumna aplicada, una nieta modelo y una persona maravillosa.

Al poco de cumplir los veinticuatro su abuela falleció, fue un duro golpe para Sonia pero lo asumió con valentía y mucha fuerza. La vida le concedió un regalo estupendo y conoció a Manuel. Era un hombre increíble: bueno, generoso, guapo, bondadoso, comprensivo, y sobre todo, un amante excelente. Fue un amor precoz, al tercer mes decidieron vivir juntos, estaban hechos el uno para el otro y ellos lo sabían.

Vivieron momentos indescriptibles, sintieron la pasión desatada en el infierno que les transportaba al cénit del amor, reían como niños, se amaban como animales en celo, aprendían siempre el uno del otro, se comprendían, hablaban de todo y lloraban juntos con películas cutronas.

A los tres años de relación llego Lucas, un milagro de la naturaleza. Era perfecto, no podía ser descrito de otra forma. Nació pesando tres kilos y doscientos gramos, los ojos de su madre, la barbilla de su padre, las manos de su abuela, y el pelo rubio como su bisabuelo…

Pero un día, al año de nacer Lucas, la suerte se torció en el camino de Sonia, otra vez. Manuel decidió irse con Lucas de excursión a casa de sus padres, ¡hacía tanto que no los veía!

Era un día horrible, llovía a cantaros y Sonia tenía un dolor de ovarios que no le permitía ni levantarse del sofá. Se quedó en casa, sola, como estaba ahora mismo recordándolo todo. A las 19:46 sonó el teléfono. Un trágico accidente ocurrido en la Nacional 3 se había llevado la vida de dos personas, Manuel y Lucas acababan de entrar en el instituto forense y necesitaban ser identificados.

Sonia también murió un dos de mayo, murió con su marido y su hijo, pues partir de ese momento Sonia estaba muerta. Su corazón había dejado de latir aunque su cuerpo siguiera funcionando, se convirtió en una especie de zombi si así lo entienden mejor. Perdió todo y comenzó a vagar por las calles esperando su final, esperando a que un día se la lleven como hicieron con todo lo que algún día ella amó.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Estrella fugaz

Los sucedáneos suelen ser fabulosos.
Los sabores, el tacto, los tejidos logran superar,
en ocasiones, la esencia original.
Por un módico precio consiguen transmitirnos
lo que no podemos permitirnos debido a la escasez
o el precio elevado de la exquisitez del verdadero producto.
Sin embargo los hombres, rompen mis esquemas
¡Ellos son sucedáneos horribles!

¿Encontraremos algún día el producto original?